Recuerdo esa vez que íbamos bajando de Hierve el Agua a Mitla, en una camioneta de pasajeros que iba llenísima. La vista era increíble cuando veníamos de regreso. Estábamos cansados, adormilados y decepcionados del lugar, pero seguíamos pensando que era increíble estar viviendo todo eso juntos. El conductor de la camioneta puso un disco, Los Panchos. Yo no lo podía creer. Estábamos allí tú y yo agarrados de la mano, viendo los más hermosos paisajes en el mundo, escuchando las canciones más llenas de amor, nuestros dedos entrelazados, nuestra piel tocándose, nuestros besos llenándose de calor de vez en vez. Yo no lo podía creer. Tú y yo allí. Amándonos. Tú y yo allí, lejos de todo el mundo. En un lugar increíble. Solamente tú y yo.
Qué dicha la mía de poder vivir a tu lado todo lo que hemos vivido. Qué dicha la mía poder conocer este país, a su gente, a sus costumbres, a sus lugares... junto a ti. Qué dicha y qué alegría conocerte a ti, conocerme a mí. Hacernos uno. Ser tú y yo y ser nosotros. Vivir contigo todo lo que la vida nos ha dado, tener tantos recuerdos de tantos lugares en los que solo hemos existido tú y yo, es magia.
Hace unos días te dije que, de la nada, había pensado que tengo más de lo que necesito. Lo sigo pensando, ¿qué más necesito en este mundo si tengo tu amor y todos nuestros recuerdos y todas nuestras historias y todas nuestros logros y todos nuestros besos y todas las cosas que hemos hecho juntos?
Qué dicha la mía poder besarte los labios, tomarte la mano, caminar contigo, crecer por y para ti.
Qué dicha la mía verte despertar por las mañanas y verte dormir por las noches.
Qué dicha saber que todavía tenemos mucho amor, para nosotros, para lo que venga.
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