"Volvamos a la bebita B, para la que "adiós", era una de sus primeras palabras, a menudo noté que cuando su madre estaba por dejar la habitación, una fugaz expresión de tristeza aparecía en los ojos de la niña, o parecía que estaba por llorar. Pero cuando la madre agitaba la mano y le decía "adiós" parecía consolada y seguía jugando. Cuando tenía entre diez y once meses la ví practicar el gesto de adiós y recibí la impresión de que esto se había vuelto una fuente no sólo de interés sino también de consuelo.
La capacidad creciente del bebé de percibir y comprender las cosas de su alredeor aumenta su confianza en su propia capacidad para enfrentarlas e incluso controlarlas, y también su confianza en el mundo externo. Sus experiencias repetidas con la realidad externa se convierten en los medios más importantes para superar su ansiedad presecutoria y depresiva. Esto a mi modo de ver, es la prueba de realidad, y subyace al proceso de los adultos que Freud ha descrito como parte del trabajo de duelo."
Klein, M. (1952). Desarrollos en psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.
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