martes, 30 de septiembre de 2014

i s r u C

Recuerdo esa vez que íbamos bajando de Hierve el Agua a Mitla, en una camioneta de pasajeros que iba llenísima. La vista era increíble cuando veníamos de regreso. Estábamos cansados, adormilados y decepcionados del lugar, pero seguíamos pensando que era increíble estar viviendo todo eso juntos. El conductor de la camioneta puso un disco, Los Panchos. Yo no lo podía creer. Estábamos allí tú y yo agarrados de la mano, viendo los más hermosos paisajes en el mundo, escuchando las canciones más llenas de amor, nuestros dedos entrelazados, nuestra piel tocándose, nuestros besos llenándose de calor de vez en vez. Yo no lo podía creer. Tú y yo allí. Amándonos. Tú y yo allí, lejos de todo el mundo. En un lugar increíble. Solamente tú y yo.

Qué dicha la mía de poder vivir a tu lado todo lo que hemos vivido. Qué dicha la mía poder conocer este país, a su gente, a sus costumbres, a sus lugares... junto a ti. Qué dicha y qué alegría conocerte a ti, conocerme a mí. Hacernos uno. Ser tú y yo y ser nosotros. Vivir contigo todo lo que la vida nos ha dado, tener tantos recuerdos de tantos lugares en los que solo hemos existido tú y yo, es magia.

Hace unos días te dije que, de la nada, había pensado que tengo más de lo que necesito. Lo sigo pensando, ¿qué más necesito en este mundo si tengo tu amor y todos nuestros recuerdos y todas nuestras historias y todas nuestros logros y todos nuestros besos y todas las cosas que hemos hecho juntos? 

Qué dicha la mía poder besarte los labios, tomarte la mano, caminar contigo, crecer por y para ti. 
Qué dicha la mía verte despertar por las mañanas y verte dormir por las noches.
Qué dicha saber que todavía tenemos mucho amor, para nosotros, para lo que venga.

Ciudad natal

Siempre hago mucho énfasis en que no nací aquí, porque es verdad, nací en otro lugar. Ahora que lo pienso, uno puede nacer muchas veces. Al final siempre digo que soy de acá, porque así lo es, he vivido acá desde que tengo memoria y a mi lugar de nacimiento ni me gusta ir, porque no se parece a mí, porque no me hice a mí misma a partir de aquél lugar, al contrario de esta ciudad, a la que llevo en mi forma de hablar, de ver, de pensar, de caminar, de cruzar las calles, de tener horarios, de hacer planes, de saber cuándo sí, dónde sí, porqué sí. De conocer a su gente, los que estaban, los que llegan, los que se van. De saber su historia e interesarme mucho por ella. De querer hacer algo por la misma, por su gente, por sus espacios, por sus colores. 
Le falta mucho y hay muchas cosas malas. Supongo que también es trabajo mío mejorarlas. Mi entorno, mis  lugares, mis cosas.
Siempre he pensado en diversos proyectos, formas, cosas que le harían bien. Siempre he pensado que todo lo que tenga que hacer en el mundo no lo tengo que hacer únicamente por mí, sino por el lugar y la gente que está a mí alrededor. Que mi trabajo necesita dejar huella para hacer del lugar dónde vivo, un lugar más feliz. O al menos eso intento. Y todo ese trabajo, grande o pequeño, lo he hecho aquí.
No sé, es extraño. Conocer a otras personas, otros lugares, otras culturas, otras formas de vida y darme cuenta de cómo somos los que estamos acá. ¿Hay mejores opciones y oportunidades en otros lugares? Quizás. Pero es cierto eso, de empezar por la casa propia. Mi casa está aquí. Veintidós años viviendo precisamente en el centro, en su corazón. Puedo afirmar que lo conozco demasiado bien, sus horarios, sus callejones, sus historias, su gente.
La verdad es que, a pesar de todo lo malo -su violencia, su corrupción, sus mentiras, sus abusos, sus gobernantes- estoy en un lugar que tiene mucho que ofrecer -por su gente, por los proyectos que existen, por las escuelas, por la combinación de diversas ideas, por sus protestas, por sus propuestas-. 
No sé. 
Siempre hay algo por hacer. O algo que hacer mejor.


En general, solo quería externar que vivo en una ciudad muy chida. Medio chiflada a veces, pero chida, pues.


Vista desde mi casa, en el centro de la ciudad.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Recordar. Releer. Revivir. Re-pensar.

El texto que a continuación se presenta, NO fue escrito por mí. Lo leí hace muchos años en el blog de Malalita (una chica argentina que yo solía leer cuando tenía 16), debo admitir que tampoco sé si fue escrito por ella. 
Lo posteo ahora porque 6 años después me ha hecho re-pensar. Me remonta a lo que uno de mis profesores de psicoanálisis alguna vez me dijo: "¿Vives de acuerdo a tu deseo?" 

"¿Creés que te merecés ser feliz? ¿Te lo merecés en serio? Esta es una pregunta clave y la respuesta, lamentablemente, no es obvia. No todos podrán contestarla afirmativamente. La mayoría de las personas que sienten que no pueden o no logran ser felices viven en esa situación porque lo que en realidad creen es que no merecen ser felices. No importa cuántos buenos intentos realicen, No importa cuántas ganas tengan. No logran ser felices porque están atrapadas en esa convicción de muerte, en ese error que apenas les permite respirar .
Y no se trata de casos aislados. Todo lo contrario. En la sociedad en que vivimos, nadie ha sido educado para ser feliz. Pensá con qué mensajes fuiste educado. Observá cómo aún hoy se educa a los niños inculcándoles que tienen que ser alguien en la vida. Ese ser alguien se relaciona con un título, con una profesión, con una posición social y económica. No se relaciona con la necesidad de ser feliz. Se relaciona con tener y no con ser. Con hacer y no con realizarse. Nunca nos dicen “tenés que entender quién sos, tenés que descubrir para qué estás aquí, tenés que hacer lo que viniste a hacer, tenés que ser feliz”. Somos seres humanos, somos seres divinos, estamos en el planeta para un destino de gloria. Pero, cuando no nos explican esto –y es lo que sucede habitualmente- vivimos con la autoestima baja, vivimos con fobias y miedos, deambulamos patéticamente como una hoja sacudida por el viento; y creemos que si hoy nos quieren la vida tiene sentido y si mañana dejan de querernos, no vale la pena vivir. Y así, sos un eterno discapacitado emocional.
Vivís dependiendo del estímulo externo; necesitás que te quieran, que te acepten, que piensen bien de vos para que tu propia vida pueda seguir adelante. Nadie puede ser feliz de ese modo. Sólo cuando logras entender definitivamente quién sos, ese tesoro, como lo definió Jesús: “chispas divinas creadas a imagen y semejanza del Padre”, podés comprender tu derecho a ser feliz. Sai Baba nos dice que la autoestima real, no es el orgullo, es la comprensión de quiénes somos.
Cuando logramos asumir que somos seres divinos, entonces comprendemos que la felicidad es nuestro derecho, comprendemos que la felicidad es nuestra naturaleza y nuestro destino."

lunes, 15 de septiembre de 2014

Decisiones no adolescentes

He decidido que necesito una remodelación.

En mi vida, en mi casa, en mi ropa, en mi comida, en mi quehacer diario, en mis pensamientos, en mis creencias, en mis actos, en mis gastos, en mis compras, en mis excesos, en mis necesidades, en mis creaciones, en mis relaciones, en mi futuro, en mi presente, en la forma en cómo miro el pasado, en mis errores, en mis ganancias, en mis planes, en mis pasos, en mis cantares, en mis formas, en mis palabras, en mis momentos, en mi cabello, en mi aspecto, en mi físico, en mi mente, en mi corazón, en mi cama, en mi cocina, en mi baño, en mi rutina, en mis canciones, en mi tiempo, en la forma en que paso el tiempo, en mi misma.

No porque quiera cambiarlo todo, pero sí creo que necesito una nueva forma de aprender a dar y aprender a recibir, en aprender a hacer y aprender a ser. No porque no lo sepa; sino porque aceptar que hay cosas que no están del todo bien -por muy cliché que suene (igual, siempre me han gustado los clichés)- es el primer paso para poder hacerlas llegar a su punto máximo. Y yo todavía tengo mucho que dar. Al mundo y mi misma.

Todavía tengo mucho que reacomodar.




Lo Que Siempre Fui by Adanowsky on Grooveshark
"Inmovil, yo solo me acepto así.
Entro en mío, creo en mí, confío en mí.
Soy simplemente lo que siempre fui."