"En mi destino hay muchas cosas que se me escapan, pero hay otras que sí están bajo mi jurisdicción (...). Puedo decidir cómo paso el tiempo, con quién me relaciono, con quién comparto mi vida, mi dinero, mi cuerpo y mi energía. Puedo seleccionar lo que como, leo y estudio. Puedo establecer cómo voy a reaccionar ante las circunstancias favorables de la vida; si voy a considerarlas maldiciones u oportunidades (y cuando no consiga ser optimista, porque esté pasando por un momento de bajón puedo decidir cambiar de actitud). Puedo elegir las palabras que uso y el tono de voz que empleo para hablar con los demás. Y, por encima de todo, puedo elegir mis pensamientos.
(...) tienes que aprender a seleccionar tus pensamientos, igual que eliges la ropa que te vas a poner todos los días. Es una capacidad que tienes y que puedes llegar a dominar. Si quieres controlae tu vida, tienes que controlar tu mente, céntrate en eso (...).
De buenas a primeras parece una tarea casi imposible. ¿Controlar tus pensamientos? (...) El tema no tiene nada que ver con la represión ni con la negación. La represión y la negación son complicados artificios que sirven para disimular los sentimientos negativos (...). Obviamente nos cuesta trabajo quitárnoslas de encima. Supone abandonar nuestras viejas costumbres, las reconfortantes manías de toda la vida y las estampas familiares de siempre. Es evidente que el asunto requiere práctica y un esfuerzo firme."
-Elizabeth Gilbert.
Hace unos días, creo que ya se hicieron semanas, me di cuenta de que soy una persona controladora, de las que al enfrentarse a situaciones en las que no saben todo o no pueden manejarlo a su disposición, prefieren mantener la distancia. De esas personas calculadoras, de lo que hacen, de lo que dicen y de lo que los demás hacen y dicen también.
Pero mis pensamientos siempre, siempre me traicionan. Suelo pensar de más asuntos que ni son míos, investigo de lo que hay a mi alrededor, indago para conocer, me hago mapas mentales de todo lo que hay, relaciono personas, lugares, tiempo, comida, todo. Todo. Y después, cuando estoy sola, cuando nadie me ve, repaso toda la información en mi cabeza. De ida, de vuelta, de frente, de lado. Y entonces dudo. Y las dudas me matan.
Y es cuando me doy cuenta de que lo que pienso y las ideas que a veces crecen y deambulan en mi mente, ni tan siquiera me tocan. Y lo que verdaderamente debería analizar, jamás lo hago, lo dejo para después.
¿Cómo reaccionaría si transformara esos pensamientos, que a veces me destruyen, en pensamientos que me construyan?
Creo que vale la pena. Mucho.