miércoles, 9 de noviembre de 2011

De vida. De muerte.

Hoy he hablado de la muerte al por mayor.
Hace 5 años mi abuelo falleció en la madrugada y me dejó un vacío existencial que a veces aún me duele. Es el ciclo de la vida, ya lo sé. Pero era mi abuelo, quién fungió como padre, quien fue amigo, quien fue confidente, quien me enseñó a ver la vida un poquito más centrada de lo que yo tenía en mente.

Yo tenía 14 años cuando quería comerme al mundo enterito, de una mordida. Catorce años y él se me fue. Él que era el único que sabía detenerme antes de hacer un movimiento incorrecto, el único. Él que me daba las buenas noches como si fuera mi papá. Él que estuvo más presente que mi papá. Él que era mi amigo. Él.

Y nadamás por él se me ocurrió ir a la Iglesia y escuchar la misa y estar en ese ritual extraño, nadamás por él. Porque lo extraño.
Hace 5 años que ya no está y yo siento que ha sido muy poco. Cómo pasa el tiempo...

Dice Octavio Paz que cada quién tiene la muerte que merece. Yo sé que mi abuelo su muerte mereció... ¿Cuál voy a merecer yo? Me da miedo. Me gusta la muerte, me atrae la muerte, me gusta celebrar la muerte, me gusta vivir la muerte. Pero no me quiero morir.
Si me muero, ¿quién iría a verme? ¿quién me lloraría? ¿qué de diferente habría? Lo quiero y no lo quiero saber. Me causa miedo. Le tengo miedo.
Ya lo dice el Balajú, yo le canto a la vida. A la vida siempre.



Si me muero díganle al amor de mi vida que a fin de cuentas, no me morí por él.


"El mal de amores duele, pero no mata"
-Dicho popular mexicano.

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